Anoche fuimos a cenar a un restaurante con unos amigos. Teníamos tanta hambre que no pudimos esperar que nos trajesen los platos que habíamos pedido. Empezamos por las servilletas de papel, y cuando ya no quedó ninguna, proseguimos con los cubiertos. Éstos son ricos en hierro. A continuación nos extendimos a los vasos y los platos. Estaban un poco fríos pero se podían comer tranquilamente. De segundo plato llegó el mantel aliñado con un poco de aceite de oliva. Toda la cocina mediterránea debe estar acompañada siempre con un buen chorro de aceite de oliva. Cuando ya nos lo zampamos todo, alguien continuó con las patas de la mesa. Los demás nos añadimos y seguimos devorando la mesa. Una vez desaparecida en el fondo de nuestros estómagos, llegó el camarero con los platos cocinados. Estábamos saciados y el olor a estofado nos daba arcadas. De esta forma, para calmar el ardor de estómago, pedimos unas manzanillas y, para ganar tiempo, la cuenta.
Escrito por Andreu Pérez Pons
Publicado originariamente en diarideficcio.blogspot.com
4 comentarios:
Un relato original, de ficción único en su especie.
Gracias compañero. No me imaginaba que ibas a publicar el texto tan rápido.
Saludos desde Irlanda
Bueno, yo también he decidido irme de vacaciones. Así que nos vemos en septiembre con ideas frescas y con muchas ganas de escribir. Felices vacaciones!
Tenéis poco apetito...
Yo me habría comido al camarero, preferiblemente, camarera...
Un saludo.
Hola de nuevo de nuevo.
No sé si el camarero, pero quizás el papel de la cuenta...
Abrazo a cuenta.
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