HISTORIAS DE NUESTRA GENERACIÓN

jueves, 21 de agosto de 2008

El Maltés

Vuelvo de mis pequeñas vacaciones en la isla de Ibiza y me traigo en mi mochila de viaje una historia que quiero contaros.
A los dos días de llegar a Ibiza, conocí a un chico que después de varias salidas nocturnas con cenas, copas, bailes y por supuesto, polvo de madrugada algo descafeinado y sin mucha excitación, me confesó que él fue uno de los más grandes artistas de este siglo veintiuno. “¿Qué tipo de artista?” le pregunté. “Era fotógrafo.” Me dijo.

Yo no estoy muy puesta en el mundo de la fotografía, ni tengo ni idea de quiénes son los más famosos. Si os soy sincera, a mí este comentario me pareció algo absurdo. Me pareció una trola, algo que decir después de un polvo, para querer impresionarme.
Bueno, esto no lo contaría si no fuese porque el chico, el día antes de volverme a Barcelona, cogió una buena melopea y borracho como una cuba, decidió ir a nadar al mar y ya jamás se le volvió a ver. A mí cuando me lo dijeron me quedé de piedra. La policía le declaró desaparecido y yo decidí posponer, unos días más, mi viaje de vuelta.

Él se llamaba Alenpoi Hrocvak y era de Malta. Fui a ver a la comunidad maltesa de Ibiza para que me explicasen cosas de él. Por supuesto que le conocían, ellos y los casi trescientos mil habitantes de Malta. Alenpoi empezó a trabajar de fotógrafo en el diario local de Msida, ciudad al oeste de La Valletta. Un año decidió irse a Londres de vacaciones y ahí es donde empezó su éxito. Pero hay que recordar que su éxito fue efímero. Es cierto que obtuvo el mayor reconocimiento artístico mundial que ha recibido un fotógrafo, pero todo acabó de la noche a la mañana.
Ya no pudo crear más obras de arte con su cámara. Se vio absorbido por su éxito que le fue imposible seguir haciendo fotografías. Le fue imposible superar a esa fotografía que le lanzó a la fama.

En el año 2004 el New York Times declaró que jamás en la historia había existido una cosa semejante. Su obra fue expuesta en la Tate Gallery de Londres, en el Centre Pompidou de París, en el MACBA de Barcelona, en el MOMA de New York, en el Nacional de Buenos Aires, en el Asian Civilisations Museum de Singapur y muchos más que ya ni me acuerdo. Pero como ya he dicho, fue efímero su reconocimiento. Alenpoi decidió no hacer más fotografías y ya nadie más habló de él. Quiso aislarse y se fue a Ibiza. Consiguió un trabajo en el bar de un hotel, en el hotel donde yo me alojaba.

Me ha costado mucho, pero he conseguido una copia de su fotografía. El título que le puso fue atardeceres interiores. Espero que os guste.



Mando un saludo a los amiguetes de este blog, que aun siguen de vacaciones. Por cierto, el amigo de Irlanda, gracias a los aldeanos del pueblo en donde está viviendo ya ha aprendido a pastorear ovejas y a hacer whisky irlandés casero. Confío en que no pierda el oremus....

Saludos,

Abril

lunes, 11 de agosto de 2008

El aroma

Bajé con ella a la calle y la acompañé hasta su coche. Esperé a que arrancara y la seguí con la vista hasta que desapareció. Me quedé ahí de pie, en medio de la acera, contemplando la calle vacía. Miré mi reloj. Eran las dos y media de la mañana. Había perdido la noción del tiempo por completo.
Notaba que aún, a esas horas, seguía haciendo calor.
Subí al piso y fui directo a la cocina. Me bebí varios vasos de agua fría y entoces lo olí. Acerqué mi nariz a mis brazos y ahí estaba. Era su aroma. Lo tenía por mi cuerpo. Y entonces me dije que eso fue lo mejor de todo. Aún seguía estando con ella aunque no fuese físicamente.
Debí de quedármelo cuando nos abrazamos en la cama.
Y a la cama es donde volví. Mirando el sitio donde ella había estado antes. Recordé cuando le acariciaba su pelo. El color de su pelo era el color del sol de otoño. Recordé cuando me acerqué a su cuello y olí por primera vez su fragancia, su aroma, su olor corporal. Y entonces suspiré y volví a poner la música que puse con ella, jazz, Miles Davis. Sonreí cuando recordé que antes le puse otra música y se dio cuenta que no era la apropiada para la situación y me invitó a cambiarla.
Escuchando la música, cerré los ojos y pensé en ella, me dormí con ella y soñé con ella.

domingo, 3 de agosto de 2008

Cena en el restaurante

Anoche fuimos a cenar a un restaurante con unos amigos. Teníamos tanta hambre que no pudimos esperar que nos trajesen los platos que habíamos pedido. Empezamos por las servilletas de papel, y cuando ya no quedó ninguna, proseguimos con los cubiertos. Éstos son ricos en hierro. A continuación nos extendimos a los vasos y los platos. Estaban un poco fríos pero se podían comer tranquilamente. De segundo plato llegó el mantel aliñado con un poco de aceite de oliva. Toda la cocina mediterránea debe estar acompañada siempre con un buen chorro de aceite de oliva. Cuando ya nos lo zampamos todo, alguien continuó con las patas de la mesa. Los demás nos añadimos y seguimos devorando la mesa. Una vez desaparecida en el fondo de nuestros estómagos, llegó el camarero con los platos cocinados. Estábamos saciados y el olor a estofado nos daba arcadas. De esta forma, para calmar el ardor de estómago, pedimos unas manzanillas y, para ganar tiempo, la cuenta.


Escrito por Andreu Pérez Pons
Publicado originariamente en diarideficcio.blogspot.com

viernes, 1 de agosto de 2008

Conversaciones de amigas

Pues aquí estoy de nuevo otra vez. Uno de los amiguetes del blog se va a Irlanda y dice que no sabe si va a volver o no, que a lo mejor se queda allá. Me dice, que si me apetece que me encargue del blog y yo le he dicho pues claro que sí, que lo compartiré con el otro compañero que queda.

Pues nada, lo dicho antes, que vuelvo para dar rienda suelta a la literatura.

Ayer jueves quedé con unos compañeros de trabajo para comer. Entre ellos hay un chico estupendo que me fascina, le quiero y le deseo. Trabajamos mano a mano en el departamento y yo estoy encantada. Ahora bien, también se me hace muy difícil la situación. Pasa lo de siempre, quieres a alguién, no te corresponde y te tienes que aguantar. Yo no le he dicho nada de lo que siento por él y de momento no voy a hacerlo, se que él no me ve a mí de la misma manera que yo le veo a él.

Durante la comida nos estuvo explicando unas cuantas anécdotas que le sucedieron cuando estuvo en la Riviera Maya, en mayo de este año. La cosa pintaba interesante pero fue soltar ese comentario de que un día conoció a una chica y se acostó con ella y yo derrumbarme.

Qué rabia da oir al chico del que estás enamorada, contar que se acostó con esa o con aquella o que ahora sale con fulanita o menganita. Yo podría haber sido esa chica. Menuda ridiculez irse hasta América para mantener algún tipo de relación física o sexual sabiendo que me tenía a mí ahí al lado, al ladito mismo, como se dice.

Ayer por la noche salí a tomar algo con mi amiga Marta. Le conté todo esto. Me desahogué con ella. Durante dos horas, más o menos, estuvimos hablando de cómo me sentía, de que si debía de hacer esto o aquello, de que tenía que lanzarme, etc... Dio para medio paquete de cigarrillos y dos tés.

Ella me aconseja que no me agobie. Que si no se puede hacer nada que hay más chicos en la ciudad. Yo le digo que últimamente no se salvan muchos. Ella dice que no sea tonta y que me lance de una vez. Que las cosas están para decirlas, nunca para guardárselas una misma.
Lo peor de todo es que ya no le voy a volver a ver hasta septiembre. Él se coge los primeros quince días de agosto de vacaciones y yo los segundos. Un mes sin verle y encima la semana que viene cumplo años, llego a los treinta. ¡ Los treinta ! Bueno, como dice nuestro blogero boticcario, en una de sus entradas: "Lo bueno que tiene cumplir años es que ganas en sabiduría"

Hoy estaba por el centro de la ciudad comiéndome un melocotón supergigante, que me lo había comprado en el Mercado de la Boquería, de Barcelona, cuando una pareja de turistas se me acercan y me piden que les haga una foto. Yo en una mano tenía la fruta a medio comer y en la otra un pañuelo de papel, ya usado, para evitar pringarme las manos. No me ha quedado más remedio que decirles que no, que tenía las manos ocupadas y manchadas. Pues ellos ni caso, insistiendo y yo que no, que no quería hacer la foto. ¿ Qué pretendían, que me aguantasen el melocotón medio mordido y el pañuelo mojado mientras yo les hiciera la foto?

Pasa lo mismo cuando vas por la calle con tus auriculares puestos escuchando música o la radio y la gente te para para preguntarte una dirección o lugar a donde ir. Cuando llevo el mp3 por la calle es porque me interesa ir a mi rollo, olvidándome de todo lo demás. Yo estoy para escuchar música y no para atender a nadie.

Pasa lo mismo cuando se me ocurre dar una limosna al pobre hombre de la esquina que está lisiado y en silla de ruedas y en seguida de que tu le dieses el dinero, lo coge del vaso y se lo mete en el bolsillo y vuelve a extender el vaso vacío otra vez hacía la gente.

Abril