HISTORIAS DE NUESTRA GENERACIÓN

sábado, 29 de marzo de 2008

Entre bastidores...

Era domingo y caminaba por la calle París sobre las tres de la tarde. La luz del sol invadía todo el espacio. A mi me daba la sensación de estar en otra ciudad. Las calles de Barcelona tienen la peculiaridad de cambiar de imagen en función de los días de la semana. Es una ciudad de diferentes escenarios de un teatro. Yo recorría los bastidores de ese teatro.
Observaba que las terrazas de algunas cafeterías estaban vacías y cuando me asomaba al interior del local sólo veía a dos o tres personas tomando un café o una cerveza. Los domingos son días de reposo y de refugio en las casas para todos los ciudadanos.

Llegué a la calle Enrique Granados y subí hacia la Avenida Diagonal. Al llegar al cruce con Paseo de Gracia, me encontré con el obelisco, hermano menor del que está en la plaza de la Concordia en París. Al fondo distinguía la casa de las Puntxas y si miraba hacia el mar, podía observar dos figuras relucientes y altivas. Hijas de Gaudí, corales de mar, siempre posando para sus visitantes. La casa Batlló y la Casa Milà.

Subo por la calle Mayor y me pierdo por las pequeñas calles del barrio de Gracia. Llego a la plaza del Diamante y pienso en la descripción que Mercè Rodoreda hizo de ella en su libro: la plaza era como una caja vacía hecha de fachadas de casas viejas y el cielo como tapadera.

Cuando llego a la calle Verdi alguien me coge la mano. Es ella que me estaba esperando. Sonríe y yo hago lo mismo. La beso y la acaricio el pelo.
A dónde quieres ir.
A descubrir la ciudad.
Por dónde empezamos.
Por donde tu quieras…..

lunes, 24 de marzo de 2008

El sexazo

Hace tiempo salí con una chica que era muy fea. Se llamaba Mariela, medía un metro y setenta centímetros y pesaba noventa y cinco kilos.
Cuando salíamos a pasear por las calles de Barcelona siempre nos encontrábamos con gente que se la quedaba mirando y arrugaba la cara. Lo mismo cuando íbamos al cine, la gente no quería sentarse a nuestro alrededor. Mejor para nosotros, así nos dábamos el lote sin molestar a los vecinos.

Tenía una nariz chata como la de un cerdito, unos ojos brillantes y hermosos como dos estrellas, unos labios que sabían a melocotón y una piel que olía a brisa de mar.

Mis amigos se quedaban a cuadros cuando nos veían. No entendían qué hacía yo con una chica tan fea. Me decían que la dejase y que ellos ya me presentarían a otras mujeres con mucho mejor tipo y guapas. Yo les decía que no y ellos me preguntaban por qué. Yo les contestaba que lo maravilloso de esa chica es que era una máquina de hacer el amor. Te quitaba la ropa en un plis plas, te cogía por todas partes, te ponía abajo, arriba, te movía de un lado a otro, debajo de la cama, encima del armario…. Sabía lo que hacía. Yo no tenía sexo con ella, yo tenía un sexazo con ella. Y después de todo, cuando yo ya estaba totalmente agotado, me hacía unos masajes im-presionantes, y no precisamente con las manos…..
Cuando contaba esto a mis amigos sus ojos se ponían como platos y se quedaban con la boca abierta.
Estuvimos saliendo un año y tres meses. Lo dejamos porque ella quería casarse y crear una familia y yo no estaba preparado para eso. Ella necesitaba un hombre que pensase como ella, que también tuviese ilusión por crear una familia y que le gustasen los niños.
Estos días de semana santa los he pasado en Sitges con parte de mi familia. Ayer domingo, cuando salía a dar una vuelta con mi sobrino Javier que tiene once años e íbamos hacia el puerto, me encontré con Mariela. Nos dimos un abrazo muy fuerte y dos grandes besos en las mejillas. Estuvimos charlando sobre qué tal nos iba todo, nuestro trabajo, la familia…. No le pregunté si estaba saliendo con alguien y ella tampoco lo hizo. Después nos despedimos.
Mi sobrino me preguntó que quién era y yo le dije que fue una antigua novia mía. Mi sobrino se quedó pasmado
¿Esa niña tan fea era tu novia? Buagggg
Yo le dije que tampoco era para tanto. Está claro que no le podía explicar lo del sexazo y lo de los masajes.

Cuando regresábamos a casa, el sol se ocultó y empezaron a salir las primeras estrellas. Yo las miraba y me recordaban a los ojos brillantes y hermosos de Mariela.

jueves, 20 de marzo de 2008

LA BLOG....ESFERA

Y eso que estaba ahí delante del espejo y me miraba, hoy voy a triunfar, me decía. Estaba hecho un dandi, guapísimo, tenía mi mejor ropa puesta y me había echado desodorante Axe por todo mi cuerpo. Hoy no me vuelvo a casa sin haber triunfado.
Iba a ir a una fiesta de un amigo del amigo del Roncas. Menuda la que se podía armar, cuantas más chicas mejor, siempre decíamos.


Y efectivamente, se triunfó, todo el mundo triunfó, menos yo, como siempre. Y eso que ya la tenía en el bote. Fue el momento de decirle que trabajaba en una librería y que era escritor cuando me dijo que la excusase, que tenía que ir al lavabo porque tenía mucho pipí. Y ya no la volví a ver más. Estuve esperándola durante treinta minutos en el mismo sitio donde me dejó. Luego me enteré que se había ido de la fiesta con otro grupo hacía veinticinco minutos. Qué se le va a hacer, mala suerte chico, eso es lo que siempre me decían mis amigos.

La próxima vez le digo que soy arquitecto o ingeniero de caminos.
Bueno, a lo mejor me dejó, no por lo que me dedicaba, si no, porque debía de ser un rollazo de persona o tenía mal aliento o estaba borracho y yo creía que controlaba la situación….

Pero lo bueno de todo fue que a la semana siguiente, esa chica, entró en la librería donde yo trabajaba. Ella me vio y yo la ví. Los dos nos quedamos mirándonos. Empezó a acercarse a mí, yo alucinado. Esta vez tenía que superarme, le tenía que demostrar que era el tío perfecto y que no se iba a arrepentir si salía conmigo.
Total que se me acerca a mí y me pregunta si ya nos ha llegado el libro ese de los blogs. Qué libro es ese, le digo. Es un libro que han publicado esta semana y recoge los cien mejores textos encontrados en los blogs españoles. Miro en el ordenador, nuevos pedidos, ahí estaba, “Las cien mejores entradas en la blog-esfera española” No nos llega hasta dentro de quince días, le digo. A vale, dice ella. Y luego me suelta:
- Oye, ¿no nos conocemos de algo? Tu cara me suena…. ¿Tu no eres el hijo del portero?
¡Venga ya con esta tía! Le estuve comiendo la oreja casi una hora, el otro día en la fiesta y me suelta esto.

- No, no soy el hijo del portero. Nos conocimos en la fiesta de Jaime. El que la celebraba en su casa de la calle Castillejos. Estuvimos charlando un buen rato.

- Pues ahora que lo dices, puede que sí. Bueno me voy. Adiós

Y la tipa se fue. Y me quedé con una cara de imbécil total. Crees impresionar a alguien para luego descubrir que ni puto caso.

Bueno, hay más chicas en el mundo.

Y eso que llegué por fin a casa.
Me fui directo al ordenador a seguir escribiendo mi libro. Hoy no estaba muy inspirado. Sólo pude escribir dos páginas..
Luego pensé en el libro que mencionó (mi amor imposible) y me puse a leer algunos blogs por internet. No me imaginaba la cantidad de blogs que había por la red. Casi todos eran de un nivel muy bueno.
Luego descubrí uno que se llamaba Caballo de Troya. Vaya tostón de blog. Menudo coñazo. Este no entraba en mi lista. Bastante cursis las entradas…..

Después de un rato de navegar y leer blogs, decidí irme a la cama. Antes, me fumé un canuto y eché un pis bien largo.

lunes, 10 de marzo de 2008

BOCATECA....


Para todos aquellos momentos en que llueve un domingo por la tarde y no tienes muchas ganas de salir de tu casa.

Miras por la ventana y ves las calles solitarias y mojadas. La abres y quieres saber a qué huele la lluvia.

Es difícil describir a qué huele la lluvia.
Te sientes protegida en tu casa. Esta vez quieres refugiarte de esa luz gris, desentonada, que aparece en el cielo siempre que llueve.
Un rato de conversación por teléfono.
Hablas y aunque no puedas ver a tu interlocutor, sientes que lo tienes a tu lado. Que te habla al oído, que te mira.
Le empiezas a contar que te gusta una palabra, bocateca. Le cuentas que hay una cafetería librería cerca de tu casa y sueles ir ahí para tomar el cortado de las tres y treinta de la tarde. Le dices que sólo tiene cuatro mesas, literalmente.
A parte de pedir una consumición puedes comprarte un libro.
Tienen una pizarra que en vez de decir bocadillos dicen bocateca. La palabra te gusta mucho y se la repites tres veces : bocateca, bocateca, bocateca.
Os reís juntos.
También le dices que en esa cafetería hay colgado de la pared una hoja donde hay un texto escrito por Borges. No lo recuerdas todo, sólo una frase que dice así, los hombres han creado los libros que son una extensión secular de su imaginación y de su memoria.
Te dice que es una bonita frase, que a ver si le invitas a ir ahí a tomar un café. Él prefiere ir de acompañante tuya a ir solo.
Tú le recuerdas que hace poco descubriste un blog llamado Caballo de Troya y se lo recomiendas ya que un amigo tuyo colabora en el. Te dice que si tiene tiempo le echará un vistazo.
Al final os despedís. Cuelgas el teléfono y vuelves a mirar por la ventana. Ya ha dejado de llover.


domingo, 9 de marzo de 2008

Lo que uno piensa a veces.....

Cuando quieras cepillarte los dientes, coge la pasta dentífrica y úntala en tu cepillo como untas la mantequilla en la tostada.


Woody Allen, en su película Annie Hall, cuenta el siguiente chiste,
"Un tipo va a la consulta de su médico: doctor, mi hermano está loco, se cree que es una gallina.
El doctor le responde: y por qué no lo lleva a un manicomio.
Y el tipo le contesta: pues porque necesito los huevos..."

Acto seguido Woody Allen hace la siguiente reflexión: "
Sobre las relaciones humanas son totalmente irracionales, locas y absurdas pero supongo que continuamos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos."


El político miente y por eso obtiene votos. Nosotros le votamos sabiendo que miente. Si el político dijera la verdad y nosotros supiéramos que está diciendo la verdad, jamás le votaríamos.

Es muy importe que todos los hombres del mundo sepan que no se pueden quitar los pantalones si antes no se han quitado los calcetines. Un hombre en gallumbos o desnudo, con los calcetines puestos, hace más ridículo que ese del "....Perrea, perrea, baila el chiqui chiqui..."

jueves, 6 de marzo de 2008

Propósito 3: No sonreír por la calle

Propósito 3. Voy caminando por la calle y noto su presencia. Esperan a que haya un contacto visual entre los dos para abalanzarse hacia ti y ¡zas! Estamos perdidos. Me refiero a aquella especie tan molesta de personas que nos encontramos por la calle con carpetas en la mano intentando captarnos para hacernos encuestas o vendernos cualquier producto o marca. Los más conocidos son los que representan ONGs o asociaciones benéficas. Seguro que todos los conocemos.

Me sigue sorprendiendo la cantidad de gente que aún cae en sus garras y se deja unos minutos valiosos de su tiempo en algo que no se van a involucrar. Conocemos a alguien que ha caído y se ha subscrito al Círculo de Lectores por su oferta inicial, y luego se ha acabado dando de baja por no seguir pagando. O también a aquel quien se ha emocionado con la historia de no se qué ONG y ha empezado a contribuir con ciertas donaciones.

Estamos en un punto que nos inundan con publicidad por todas partes y estamos hartos de que nos invadan nuestro espacio vital constantemente para hacernos llegar inmejorables ofertas o regalos fantásticos (eso sí, siempre que acabes pagando una colección inacabable). Se ha acabado nuestra paciencia y no queremos que nos interrumpan por la calle. Por eso, desde mi humilde lista de propósitos, propongo que aquellos que, como yo, están hartos de tener que cambiar de acera cuando ven a vendedores ambulantes en la calle, provoquen una cara de mala leche, de desinterés total y de enfado, si es posible frente a ellos. Que no exista la sonrisa en nuestras caras puede ayudarnos a que los buitres comerciales de la calle decidan que no somos buenos receptores de sus punzantes mensajes.

Se ha caducado la fórmula de abordarnos por la calle y deberán saber buscar nuevas fórmulas para captar nuestra atención. Pero lo interesante será que sepan encontrar la forma de despertar nuestro interés pero que no nos sintamos violados como hoy nos hacen sentir. Mientras tanto, como seguirán existiendo en cada esquina y en cada salida del metro, propongo hacerles mala cara y saber decir un falso: “No tengo tiempo” o “No me interesa” sin saber de qué se trata.


Escrito por Andreu Pérez Pons

lunes, 3 de marzo de 2008

Como un relato de Paul Auster II....

Me puse unos zapatos y salí corriendo a la calle. Llegué al bar y ahí estaba aquel tipo del teléfono con mi paquete debajo de su brazo...

Su apariencia pasaba desapercibida entre la multitud. Su aspecto era muy corriente sin nada que destacase en su rostro ni su manera de vestir. Pero supe que era él por su mirada que se clavó directamente en mis ojos cuando traspasé el marco de la puerta para entrar en el bar.

- Marcos Garcel, ¿verdad?
- ¿Se puede saber de qué se trata todo esto?
- No sabría qué contestar a esta pregunta. Yo sólo acepté el trámite de esperar dos años y entregarle este paquete.

Me acercó el misterioso paquete y lo dejó encima de la mesa que tenía justo a mi izquierda. Seguidamente dio un paso atrás advirtiendo mi asombro en tal situación. No noté ninguna intención en sus movimientos y, seguramente, él sentía tanta descolocación como yo. Bajé la mirada hacia aquel paquete. No hubiese adivinado nunca su contenido. Era un paquete amorfo, del color marrón de aquel triste papel que lo envolvía. Antes de recoger el paquete, sin salir aún de mi asombro, volví a dirigir mi mirada en el tipo que había dejado ese paquete en la mesa. Seguía allí de pie sin inmutarse.

- ¿Quien eres? ¿Quién te ha dado esto? ¿Qué es?
- No lo sé. Hace justamente dos años llegó a mi buzón este paquete y, tal como te he dicho, me llamaron diciéndome que tenía que entregártelo hoy a esta hora.

Miré mi muñeca izquierda buscando el reloj cuando me di cuenta que me lo había dejado en la mesilla de noche. El reloj de la pared marcaba las 2.44 y no sé por qué motivo, la situación de las agujas del reloj me resultaba inquietantemente familiar. Sentí miedo por primera vez.

- ¿Y quien eres tú?
- Me dijeron que no se lo dijese.
- ¿Cómo que no? ¿Por qué motivo?
- No lo sé.
- ¿Quién se lo pidió?
- No lo sé.
- ¡No me creo nada de esta historia!
- A mi me dijeron que te diera este paquete y ya he cumplido con mi misión.

Supongo que ahora empieza la tuya.

- ¿La mía? No entiendo.

El hombre hizo un gesto buscando la puerta y avanzó para irse. Lanzó un último vistazo al paquete que seguía encima de la mesa y cruzó la puerta. No supe cómo reaccionar y me quedé plantado sin decir nada dejando que se fuera del bar. No lo seguí ni con la mirada. Mis ojos se quedaron encima del paquete cuando escuché la campana de la iglesia que había dos calles al norte del bar que marcaba los tres cuartos. Sin saber el motivo, alargué la mano hacia el paquete, lo tomé y volví rápidamente a mi casa, al lado de la librería donde trabajaba. Me sentí observado mientras cruzaba la calle. Intuí en aquel momento que acababa de entrar en un extraño juego del que no me gustaría participar. Y del que no sabría salir.

Escrito por Andreu Pérez