HISTORIAS DE NUESTRA GENERACIÓN

lunes, 8 de diciembre de 2008

Caballo Ganador

La pantalla de mi teléfono móvil destellaba sin parar. Al principio estaba desorientado, pero pronto comprendí que había vuelto a quedarme dormido en el sofá del salón. Alargué el brazo perezosamente y acerqué el móvil a mi cara. “Tiene usted 1 llamada perdida.”

¿Por qué me habría llamado Alfonso a las 5 de la madrugada? Y lo más importante… ¿Por qué me habría servido ese último vodka que ahora tamborileaba mi cabeza?

La luz se abría paso por las estrechas rendijas de la persiana… era ya de día.Me levanté entumecido y, resignado, me dí una eterna ducha de agua hirviendo.¿Quién me mandaría haber accedido finalmente a ir esa mañana al hipódromo?

Las calles estaban prácticamente vacías. Un camión de la basura levantaba enormes contáiners naranjas como si fueran de papel, mientras la mierda caía desordenadamente en su interior.

El coche de atrás me pitó. El semáforo ya estaba en verde… - Y dale con la hijoputésima, pensé…- En esta ciudad existe una medida temporal genuina, la "hijoputésima". La milésima de segundo que transcurre entre que el semáforo se pone en verde y te pita el "hijoputa" de atrás. Embragué primera y las ruedas de mi coche chirriaron mientras me lanzaba calle arriba.

Estaba a unos cinco minutos del hipódromo. Aproveché para llamar a Alfonso. Me había dejado intrigado su llamada a esas horas de la madrugada, aunque no era la primera vez que lo hacía. Una vez perdió las llaves de su apartamento por dejar olvidada la chaqueta en un ropero. Otra, me despertó sobresaltado para ponerme en directo un tema de los Subirós Quartet Band - ¡Son la polla!- se le oía gritar por encima de un Hammond desenfrenado… -¡Te estás perdiendo el concierto del siglo!…-

Al segundo tono, la voz de Alfonso sonaba por los bafles del coche, parecía excitado.
- ¿Dónde demonios estabas anoche?… he tenido una idea cojonuda… Necesito que nos veamos todos en la Bocateca. Cuanto antes.
- Estoy de camino al hipódromo. He quedado con Fernando Gimeno… no sé, insistió tanto que no pude negarme. Dice que quiere que conozca a alguien. Hasta esta tarde me va ser imposible…

Cuando colgué el teléfono estaba entrando en el párquing norte del Hipódromo. Era el más próximo a la zona de ensilladeros y allí es donde había quedado con Fernando.

Fernando era el jefe de comunicación del hipódromo. Era un tipo cordial y extremadamente educado, siempre estaba sonriendo. Solía fijarse en pequeños detalles que para los demás pasaban desapercibidos. Creo que esa curiosa cualidad le había llevado hasta donde estaba. Su carrera profesional había subido como la espuma en los últimos 5 años.

-Te veo muy bien, Fernando.- Le grité unos metros antes de llegar hasta donde estaba.
- Te diré lo mismo en cuánto te quites esas gafas de sol y te vea los ojos- Contestó con una sonrisa burlona. - Siento haberte hecho madrugar tanto, pero tengo que presentarte a alguien… verás como merece la pena.

Compré unos boletos en la caseta de apuestas y nos dirigimos a la cafetería.Las carreras no empezaban hasta las once y cuarto y además me había comentado que allí estaba la persona que quería presentarme.

- Tiene mucho interés en conocerte. No sé cómo salió la conversación pero, en cuanto le dije que habíamos estudiado juntos, no paró de insistir en que debía de presentaros…Es un hombre extranjero, muy peculiar, del gremio. La verdad es que te llamé para que vinieras porque me ha insistido tanto que hasta yo tengo curiosidad por saber de qué va todo esto…

Yo le escuchaba desconcertado mientras iba desgranando apasionadamente los detalles de aquella rocambolesca historia.
Entramos en la cafetería y Fernando miró a su alrededor escrutando a todas las personas que esperaban impacientes el inicio de las carreras. Algunos comparaban sus apuestas y las comentaban con sus amigos de mesa. Fanfarroneaban y se reían animadamente.Un camarero se acercó a Fernando y le entregó un sobre. Fernando se giró y me miró por un segundo. Acto seguido empezó a interrogar al camarero. Desde donde yo estaba no alcanzaba a oir la conversación, pero la cara del camarero era un poema.Fernando se acercó a mi desencajado.

- Lo siento, Nacho… No logro entender lo que ha sucedido. La persona que quería conocerte no está… se ha ido, vamos. Siento haberte levantado de la cama para esto… menudo impresentable, no me lo explico…

Sonreí intentando disimular mi decepción. La verdad es que aquella historia había llegado a despertar mi curiosidad.

– No importa- Le corté. – De verdad que me encanta venir al hipódromo los domingos por la mañana. Además, que hoy tengo un buen presentimiento. Sé que llevo caballo ganador.- Añadí mientras le guiñaba un ojo para tranquilizarle.

Fernando seguía disculpándose.

- Bueno. Pero que sepas que estás invitado a todo… a la carpa Green Pass también, por supuesto. Por cierto. Igual no quieres saber nada pero, antes de irse, este tipo ha dejado un sobre para ti.

Extendió su brazo y me entregó un sobre blanco que llevaba escrito mi nombre y apellidos. Me metí rápidamente el sobre en el bolsillo. No estaba muy enfadado pero me interesaba hacerme el ofendido. No siempre me invitaba Fernando a la carpa Green Pass… eso había que aprovecharlo.

(…)

Fue justo en ese momento. Sentado en una mesa de la Bocateca escuchando como Alfonso leía en alto otro pasaje del diario de Alenpoi, cuando recordé lo que me había pasado esa mañana en el hipódromo. Llevarme ese caballo ganador había hecho que olvidara por completo lo sucedido en la cafetería. Di un salto y me dirigí apresuradamente hacia mi abrigo.

-¿Qué te pasa?- gritó Abril sobresaltada.

Alfonso detuvo su lectura y levantó la cabeza. Escudriñé el primer bolsillo. Nada. En el segundo bolsillo palpé el sobre que me había entregado Fernando y lo saqué.

- ¿Y ese sobre?- Preguntó Andreu. – ¿Te has olvidado de pagar el recibo del gas?

Le di la vuelta al sobre. Había algo escrito en la solapa. Era el nombre del remitente. Lo leí en voz alta.

– Mister Aberynd Jaeger… ¡El abrecartas, rápido. Pasadme el abrecartas!

Escrito por Nacho Perxas

domingo, 7 de diciembre de 2008

Un mensaje a descifrar

Año 1984
"Ya lo he decidido. Me cojo el primer barco a Italia y desde ahí cojo el primer avión a España. Es más sencillo para mí ir a Barcelona que no a Madrid. La zona por donde vive el señor Dalí está más cerca de Barcelona. Tengo que encontrarle antes que ellos le encuentren. Y ahora que pienso, antes que ellos me encuentren a mí también. No se cómo me he metido en esta historia. Me parece que estoy viviendo una película de cine negro del señor Hitchcock, una del estilo de Notorius, que vi con mi padre en el cine a los siete años o aquélla otra que fui solo, North by Northwest.

Pues sí, estoy viviendo una película de cine negro y de suspense, pero en este caso, los malos sí que son de verdad y te pueden hacer mucho daño. Puedo enfrentarme a ellos o huir. Huir si uno quiere sobrevivir. Yo no lo sé. Quizá me ocurra algo, pero soy un periodista y me he comprometido a averiguar la verdad de todo. Éstas son las últimas palabras que dejo escritas en mi diario.
Voy a donde vive Abernyd y se lo dejo para que me lo guarde. Le diré que me ausentaré tres días y que al cuarto día le volveré a ver. Como no va a ser así, cuando vea que no he vuelto, cogerá el diario y lo leerá. Entonces conocerá todo lo que he investigado en estos dieciseis años sobre el caso Dalí, y si yo desaparezco, él sabrá por qué, e irá a buscarme."


Año 1968
"Tras la rueda de prensa o charla del señor Dalí, el delegado de cultura del ayuntamiento de París y el director de la sala de exposiciones del Jeu de Paume animaron al señor Dalí a recorrer la galería para que nos enseñase y explicase, a los periodistas que estábamos, sus cuadros. Yo estaba algo cansado pero tenía curiosidad por aprender un poco qué quería transmitir Salvador Dalí con sus cuadros. Ese hombre había fascinado a medio país civilizado y yo todavía, no llegaba a entender por qué.

Salimos del recinto y la comitiva del ayuntamiento acompañaron al pintor a su hotel. Los periodistas empezaron a irse a sus periódicos o revistas. Yo decidí descansar un rato y entré en la primera cafetería que vi. Me acerqué a la barra y pedí al chico que servía, un café. Me puse a redactar a limpio mis notas cuando me fijé que el hombre que tenía a mi lado, sacaba su cartera del bolsillo del pantalón y no se percataba de que un papel doblado, que presumiblemente estaba en el bolsillo, había caído al suelo. Pagó y se marchó. Intenté avisarle “señor, mesier, excuse mua, perdone, su papel.” Fue inútil, salía ya por la puerta de la cafetería. Me agaché y cogí el papel. No pude evitarlo y lo desdoblé. Vi que había algo escrito. Leí “S.D. mejor que desaparezca. El águila se encuentra con nosotros. Traslado Berlín 20:45.” ¿Qué demonios era eso? No lo entendía. Una cosa sí que supe que debía de hacer, seguir a ese hombre.

Salí corriendo de la cafetería y en la calle miré en todas la direcciones. Recordaba que ese hombre era rubio y llevaba una chaqueta gris. Miré a la izquierda y luego a la derecha. Le encontré. Fui en su dirección. Me puse a seguirle. No sé si lo que estaba haciendo tenía algún sentido, pero yo sabía lo que había leído en esa nota y había algo de misterioso en todo eso.
El hombre rubio caminaba recto por una calle, luego giró a la derecha y luego a la izquierda. Llegó a un hotel, el Hotel Suizo, entró y posteriormente lo hice yo. Ahí estaba en el hall, encendiendo un cigarrillo. Me fui hacia la tienda donde vendían prensa y revistas y me quedé observándole. Se le acercó otro hombre y comenzaron a hablar. No duró mucho la conversación que mantuvieron. El segundo hombre le dio un sobre y se marchó por donde vino. Mi hombre se dirigió hacia la salida del hotel. Me puse otra vez a seguirle pero cuando salía ya a la calle una mujer tropezó conmigo. No sé de dónde había venido. Empezó a hablarme en francés y no la entendía demasiado. Al tropezar conmigo, se le cayó el bolso y todo lo que llevaba dentro se desperdigó por el suelo del hall del hotel. Empezó a alzar la voz. Me fijé que la gente de por ahí se quedaba mirándonos. Me agaché y le ayudé a recoger sus pertenencias. La mujer seguía hablando. Una chica bonita pero hablaba demasiado, no era mi tipo.
Salí a la calle y ya era demasiado tarde, no pude encontrar a mi hombre de la chaqueta gris. Tuve que dejar de actuar como un detective privado. Cogí otra vez el papel y lo volví a leer. “S.D. mejor que desaparezca. El águila se encuentra con nosotros. Traslado Berlín 20:45”